martes, 21 de junio de 2011

Cuenta propia

En uno de esos momentos de escasa lucidez, los pensamientos vagaban perdidos alrededor de tontas ideas. Era, como todos los días, aquel momento que guardaba para perderse, para olvidar, como relajación. No quería estar veinticuatro horas al día, siete días a la semana, trabajando en ello, en su vida, en su futuro. Estaba cansado de vivir el futuro, a veces se olvidaba de qué era lo que pasaba en aquel momento, quería llegar ya. Quería coger el tren que le llevara a ser mayor, a ganar su dinero, a ser independiente, a pasar todos esos obstáculos. Porque en algún momento tenía que dejar de ser una carrera continua de vallas y ser, por fin, los últimos metros lisos.

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