lunes, 10 de octubre de 2011

Same as it never was

Dios disfrazado más Uno. Esa es la cantidad de años que han pasado. No hace tanto del verano de sus vidas, pero ha habido cosas muy importantes en su otoño. Pueden aguantar el frío, y aunque tenga que venir la nieve otra vez, han hecho su trabajo preparándose para su llegada. Y es que han hecho cosas preciosas, cosas que mucha gente considera magníficas, otra gente que piensa que es demasiado, y otras personas que ya ni lo consideran. Es lo de menos. Porque pueden ver la lluvia caer, el sol nacer, la luna brillar, la tormenta llevarse los escombros; y seguirán ahí. Han estado y seguirán ahí, a pesar de las veces que se les ha fallado, que han podido fallar ellos (más escasas que las primeras). No prometen ser los mismos que un día fueron, y es de agradecer. Tampoco son como las canciones de ninguna época. Son más como una serie de televisión que, aunque ya no emita nuevos capítulos, siguen estando a la última; que, pase lo que pase, la gente seguirá acudiendo a ellos como acuden a Ross, Monica y compañía, Jack y Locke... Pero la realidad siempre supera con creces a la ficción, sea escrita o visual. Siempre. Y lo escrito sin revisión nunca podrá abarcar un vendaval de ideas, imágenes, recuerdos que se pasan por la cabeza de un loco de turno que siempre intenta ser la suela de los zapatos para tocar el suelo. Porque el suelo es "más mejor" que el cielo. Quiero seguir disfrutando de todo aquí, allí, da igual donde sea. Pero a mi lado, aquí, en este hueco que se os reserva. Está en algún lugar entre el corazón y el cerebro. O en ambos a la vez.

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