viernes, 4 de noviembre de 2011

Explícame

"¿Cómo concilias el sueño?"
Él, ya acostado sobre la cama, se irguió. Con un "a ver..." para sus adentros, respondió, como buen gallego, con una pregunta.
"¿Qué quieres decir?"
"Pues que ya no es lo mismo. ¿No lo notas? Ese algo, ese "noséqué" que había antes... ahora no lo hay", le miró, pero volvió a mirar a ninguna parte, otra vez gesticulando y moviendo los brazos, "No lo entiendes, sigues con tu cara de sueño."
"Es que tengo sueño, pero te voy a contestar igualmente. Te entiendo, y sí, lo noté. No te digo nada porque es obvio. Hemos cambiado, nuestra relación ha cambiado. Pero no por eso te dejo de querer. Se acabará si dejas de preocuparte por nosotros, si dejas de luchar. No creo en las almas gemelas..."
"No he...", interrumpió.
"Ya, ya sé qué sí y qué no has querido decir. Decía que no creo en las almas gemelas. ¿Por qué? Porque tenemos cada uno que buscarnos la vida, encontrar a esa persona por la que lucharías más que por nadie, con la que compartirías más que nada, más que todo; con la que discutirías de todo sin importar nada y todo volvería a la normalidad; aquella persona de la que querrías que tus futuros hijos heredaran cosas.
"Sí, ya ves. He pensado en todo esto, y en muchas otras cosas que no te puedes imaginar", dijo viendo su cara de sorpresa, ese pequeño brillo de del ojo izquierdo mezclado con cierto miedo. "Así que ya ves, sí he pensado en todo eso. No dudes en decirme estas cosas, ¿vale? Porque soy capaz de conciliar el sueño porque ya me torturé suficiente durante demasiado tiempo, y ahora estoy como siempre quise estar, luchando cada día por lo que siempre he querido ser, y te tengo a ti, y eso es lo único que me importa."

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