sábado, 14 de abril de 2012

Creo que en el fondo hay algo.

La soledad de los viajes se produce por la cantidad de emoción que producen las compañías de los días anteriores. Ahora mismo sigo teniendo resaca. Se debe a que uno se sigue asombrando cada día por las amistades, colegas, salvavidas... Hace 34h aproximadamente, escribía esto. Atentos:

"Es la calma de la tormenta de los pies de un novato de café al par de minutos de empezar uno; es tan bello como el café de cafetería que, aún sin estar tan rico como el que se hace en casa, es más bello; es tan raro como aquel chico que coge la taza de café por el lado sin asa, dejándola al otro lado.
Hay millones de comparaciones posibles relacionadas con el café y sus lugares, sea donde sea que los tomes; también las hay con sus formas de tomarlo. Todo acaba siendo una rutina que, lejos de aburrir, resulta de lo más artístico que se puede observar. Coger un boli con una mano y el café con la otra tiene tanta capacidad narrativa, en mi opinión, que todas esas imágenes-tópico de las que he oído hablar, que he visto a través de una pantalla, ahora tienen sentido. Supongo que si no te gusta escribir (o artistear) o no te gusta el café, resulta una relación imagen-escena artística tan inestable que es imposible.
Yo, personalmente, agradezco haber tardado tanto en que me empezara a gustar. Mi paladar, aún no acostumbrado plenamente, empieza a notar todo lo que mis manos escribir sobre él, todas las imágenes que mi cerebro produce única y exclusivamente para mí para que encuentre el mejor método posible para hacéroslas llegar. De las tres imágenes que describí en el primer párrafo, las tres hablan de mí. Más bien hablaban. Ya no me queda café, mis piernas se mueven casi tan rápidamente como mi mano derecha que, por muy grosera que resulte la imagen, existe con un boli y tinta, todo verdadero, no en sentido metafórico. Así como en mis oídos suena la versión de "Chicago" realizada por Vetusta Morla y Cristina Rosenvige, en mi cerebro se mezclan imágenes pasadas, presentes, y futuras; por mi nariz se asoman olores de noches pasadas, mañanas tristes, y tardes de acompañamiento en un bajo lleno de cuadros recién pintados, habiendo también otros más viejos. Mi amigo me habla de gente que conocía, de antiguos amigos, pero también de alguno presente que resulta, en este caso que se me pasa por la cabeza, ser mi padre. En un segundo, mi cabeza me lleva a hace poco más de veinticuatro horas, cuando me encontraba con un amigo hablando de tantas cosas. ¡Cómo son las cosas!, ¿eh? ¡Cómo es la mente humana!
Ayer estábamos hablando de mi idea, esa misma que estoy desarrollando, de lo solo que se puede sentir el personaje, ya que no hay ninguna persona como él, por lo que muchas veces es un incomprendido. Como ejemplo, me referí a un momento pasado común que, sin decir nada que pareciera ser un momento tan particular, mi construcción gramatical y nuestra buena memoria nos llevaron a un momento exacto en el tiempo.
Son los momentos así que me hacen preguntar sobre mi genialidad al usar, de vez en cuando, esa mi capacidad gramatical que, aunque muchas veces sea incorrecta por breves colapsos cerebrales, otras muchas también hace que consiga el efecto deseado.
Supongo que ese mismo amigo tiene razón (y fue sincero al mismo tiempo) cuando me dijo que le gustaba esa faceta que tengo, con la que no doy a entender a una persona me caiga bien cuando en realidad no lo hace. Sí que doy a entender, quizá, que puedo estar en el mismo lugar durante un tiempo pero que, cuando hay una pequeña oportunidad, saco un poco de ingenio para hacerme entender. Ese ingenio que, aunque no siempre lo muestro, siempre acecha.
Muchos me tildan de algo que no soy, seguramente incomprendido. Quizá sí sea verdad que soy eso que no pienso que soy, y esta frase es un arma de doble filo por la ironía y la ambigüedad, Ya no sabes (hay veces que ni yo lo sé) qué quiero decir, cuántas posibilidades doy a entender con una sola frase, aunque supongo que menos de las que creo.
Y esto creo que "no da para más". Eso me temo. Bueno, no lo temo; casi lo agradezco. Fíjate tú, un breve escrito que empezó con un café y un cruasán. acaba con un niñato hiperactivo con ganas de volar (jajaja, es que cojo vuelo en menos de dos horas). Y aquí lo voy a ir dejando. Llevo ya mucho rato en esta mesa y, aunque me apetezca otro café, me apetece también levantarme ya un moverme un poco alrededor. Los aeropuertos me gustan y me ponen nervioso. Es que siempre me siento solo, a pesar de la cantidad de gente que hay alrededor; quizá sea porque siempre viajo solo. ¡Qué cualidad más rara tengo! No hay nada más temible que viajar solo. Muchos diréis que soy un valiente, pero es que a mí me da más miedo encontrar a gente con la que puedo pasar horas sin callar. Es que me rompe los esquemas. Yo antes no era así. Supongo que, en pasado, nunca fuimos nada ni nadie, sino que somos en presente. Seamos, pues. Sigamos siendo."

Lo escribí ek 13/04/2012 a las 05:33 hora inglesa, en el aeropuerto de Gatwick, Londres. No sabía que hubiera escrito tanto. No sabía que, como al hablar también, cuando estoy hiperactivo, me despido y tardo un mogollón en irme. Supongo que todo se puede mejorar.

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