jueves, 18 de octubre de 2012

Edición especial para iTunes.

Recuerdo una de esas tantas noches de los meses comprendidos entre septiembre 2011 y junio 2012 y me entra un poco la desesperanza. Hoy, otra vez, estoy escuchando el álbum "Reconstrucción", de Deluxe. Sí, ese de las 28 pistas, con alguna en concierto. Lo vuelvo a sintonizar a mi estado de ánimo, y escucho ese "cementerio del pasado" con el que empieza dicho compacto, y mis ideas se resquebrajan poco a poco. En realidad, me estoy mintiendo a mí mismo. No son poco a poco. Ya casi estoy con el corazón subiéndome por la garganta. Y no es que me guste la sensación, pero creo que el sado "me sigue yendo". Y eso que seguimos en "Reconstrucción".
No sé, creo que me estoy volviendo un poco más calvo y un poco más loco. No sabio. Sino loco. No puede ser sano. Me recuerdo en aquellos meses, y recuerdo todo; o casi. Recuerdo mucho. Pero también recuerdo esas tantas lágrimas derramadas escuchadas con este disco, porque fueron muchas. Sí, admito que tuvieron ayuda más de una vez por algún catalizador, pero no le resta mérito. Me entra por los poros y me sale a través de la nariz y de los ojos. Es como funciona.
Y me veo cambiar. Ya de aquellas me veía. Un cambio es lo que buscaba. Buscaba también libertad. "Eso lo buscamos todos." Y ahora duele ver que has cambiado. Era lo necesario. Era lo fácil. Además, era lo que quería. Acabé haciéndome daño, porque no sé en qué he cambiado. De base, sigo siendo el mismo. Mis planes no han cambiado: sigo disfrutando mi momento, y siendo tan poco tiempo como antes, lo hago cada vez mejor. Y si bien es cierto que creo que he encontrado algo mejor que lo que tenía de aquellas, sigue sin ser cierto. No lo sé. Veo que tanto el camino como el caminante han cambiado. No sé cuál de los dos lo ha hecho más. No lo sé.
La cuestión es que no quería volver, pero lo he hecho. Y lo he hecho bien: fuerte y firme, seguro y, aunque con errores, constante; autocrítico. No hay otro modo. O eso creo. Si nos guiamos por la canción de tres adjetivos, tras estos últimos 12 meses, me sigo viendo feo, aunque un poco más fuerte y formal que antes. Al menos, en lo que a moral se refiere. Seamos claros, si mi personalidad no es mi fuerte, menos lo es mi físico. Pero prosigamos. Echando otro ojo atrás, de nuevo vuelvo a ver (y decir) que al menos estoy contento con que haya mejorado, haya madurado un poco. Era fácil, lo sé; no tiene mérito. Pero he vuelto al que fue mi pasado, al que ahora de nuevo es mi presente. Y me sorprendo. Me sorprendo de estar contento en ese sitio al que nunca quise volver, en incluso ese en el que he sido feliz, aunque algún cantautor sugiera no hacer eso nunca. Pero es que no quería, bajo ningún concepto, pasar más de una semana seguida aquí, ver mis responsabilidades asentadas. Pensaba que en el espejo vería al mismo payaso que se había marchado deseando no tener que volver a pisar la península. Sí, obviamente, quería retomar el contacto con alguna gente. Alguna de esa gente toca más la fibra que los cereales. Es de esa gente que, si existiera el cielo, se lo merecían. Eso, añadido al calorcito del fuego, además del trabajo. No un trabajo que no quieran, sino el que sí quieran. Porque se lo merecen. Pero se merecen "esa" comodidad, relajación. Esa gente que, con dos frases, o con medio álbum de lujo, te saca la lágrima y erosiona las mejillas hasta dejarlas rojas e igual de vulnerables como cuando eras un joven padauan que no aspiraba a ser un Jedi, porque básicamente no conocía límites de nada. Ni siquiera de sí mismo.
Y supongo que toda esta mierda sinsentido no viene más a cuento que el paso del tiempo, el paso de las lágrimas, de los vicios. Ahora quizás me dé la vuelta y quizás diga "adiós, corazón", siendo mi corazón ese pasado con el que he roto ya hace tiempo, pero, muy en el fondo, no quiero. Porque sigo queriendo una excusa para no mirar al futuro de frente y decirle que estoy encantado de conocerlo.

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